HARA
El Centro Vital del Ser
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Hara
es un vocablo de origen japonés que significa literalmente «cultivo de la vida» o «centro vital». Significa el centro de
gravedad. Pero este centro de gravedad debe considerarse en un sentido mucho más
amplio. Hará es el punto de equilibrio de nuestra vida física, mental,
emocional y espiritual.
Cuando
se dice que alguien está centrado, equilibrado y enfocado, está en contacto con
hará. En Oriente el significado de hará es tan amplio, tan extenso, que sería erróneo
sugerir que se puede resumir en una sola frase o un conjunto corto de frases.
El cultivo de y la comunión con hará es una empresa de toda la vida para los
japoneses. Todas las artes marciales, todas las artes culturales (entre ellas
la pintura y la música), todas las disciplinas espirituales y todas las
transacciones de negocios se realizan, con mayor o menor éxito, desde el propio
hará. Hará es el centro del yo; es la raíz espiritual de la propia vida. Así
como las raíces de un árbol se hunden en la tierra para extraer el sustento,
hará es la raíz de la cual se extrae el poder y la conexión con la energía
universal. Hará es nuestro cordón umbilical.
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La
energía universal entra en nuestro ser a través del hará. En su maravilloso
libro Hará: The Vital Center of Man* [Hará: El centro vital del hombre], Karlfried Graf von Durckheim
señala que los seres humanos siempre estamos suspendidos entre los polos
arquetípicos del cielo y la Tierra, el espacio y el tiempo. Estos polos nos
atraen desde sus posiciones ventajosas: el cielo nos impulsa hacia ideales
superiores y la comunión última con el espíritu; la Tierra nos atrae hacia el
deseo de éxito, poder, riqueza y longevidad. La dualidad cielo y Tierra se
representa en nuestra limitada existencia espacial-temporal en la Tierra.(* Karlfried Graf von Durckheim, Hara: The Vital Center of Man, George Alien & Unwin, 1962.)
Esta
dualidad nos crea en el interior un abrumador conjunto de tensiones, cada una
tirando hacia su dirección. La vida de un hombre o una mujer es una lucha por
integrar esos arquetipos. Podemos engañarnos a nosotros mismos pensando que
esos dominios existen fuera de nosotros, pero de hecho el cielo y la Tierra son
dominios que están en el interior de nuestras conciencias. Por lo tanto, la
vida en sí misma es un intento por integrar esos dos polos antagónicos y
complementarios.
Con
frecuencia cedemos ante uno u otro, abandonando la Tierra por el cielo, o renunciando
al cielo por las avasalladoras tentaciones de la Tierra. ¿Dónde está el
equilibrio y la integración? La respuesta es: en hará. Hará es el modo de
integración. Es el verdadero centro del ser, donde se armoniza la dualidad de
la vida. En nuestro centro espiritual, hará, hay paz y equilibrio. Por lo
tanto, el oriental cultiva una actitud que intenta que cada movimiento y acto
proceda de su hará.
En
cuanto centro vital, hará es la fuente de la salud, la vitalidad personal y la resistencia.
Cuando una persona actúa desde hará, se mueve sin esfuerzo. Es llevada y
sostenida por el poder infinito del Universo, es una con el Tao.
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Si
bien un estudio del hará puede alcanzar alturas sublimes, el hará en sí mismo
es eminentemente práctico en su aplicación a la vida.
Todos
los objetos físicos, incluidos nuestros cuerpos, tienen un centro de gravedad
desde el cual logran el equilibrio. Si el centro de gravedad está bajo, el
objeto permanece firmemente asentado en cualquier superficie. No se lo puede
mover fácilmente. Si el centro de gravedad está alto, el objeto se desequilibra
y puede moverse o derribarse con facilidad.
Las cosas que tienen el peso arriba se caen
fácilmente. Las cosas que lo tienen abajo no se caen.
En
el cuerpo humano, el hará ocupa la zona general situada entre el plexo solar y
el hueso púbico. A eso se debe que, tradicionalmente, los orientales dicen que
la persona que tiene el hará fuerte tiene redaños, es decir valor. * Las
personas que tienen desarrollado el hará son valientes y tienen capacidad de
aguante, de resistencia.
El
hará se considera como un segundo cerebro; también se lo llama «el cerebro
pequeño». Directamente detrás de la zona en que está situado, debajo del plexo
solar en la columna, hay un haz de nervios que representa la mayor
concentración de nervios que existe fuera del cerebro.
Esta
concentración de nervios es responsable de muchos de los movimientos de la
parte inferior del cuerpo. Cuando se le corta la cabeza a un pollo, por
ejemplo, el cuerpo del pollo sigue corriendo, aunque ya no tiene cerebro que
dirija sus movimientos. Lo que dirige los actos del pollo es el cerebro
pequeño, el sistema nervioso autónomo. El dinosaurio tenía un enorme cuerpo y
una cabeza pequeña con un cerebro minúsculo. Su cerebro era demasiado pequeño
para encargarse de todas las funciones de ese cuerpo tan grande. En lugar del
cerebro, era su sistema nervioso el que
dirigía muchos de sus movimientos corporales.
Lo
mismo ocurre a las personas. Realizamos muchos actos involuntariamente: los
latidos del corazón, por ejemplo, y la respiración. Podemos controlar
conscientemente nuestra respiración, pero la mayor parte del tiempo respiramos
sin controlarla.
Podernos
comenzar a aprender la diagnosis del hará dándonos cuenta de cómo respiramos
nosotros y los demás, es decir, dónde tenemos el aire o aliento una vez que lo
inspiramos. ¿Lleva el aire inspirado hacia la parte inferior del cuerpo, es
decir el estómago y la zona del intestino, o lo deja en la parte superior del
pecho?
Cuando
se respira profundamente, llevando el aire hacia esa zona de abajo, se nutre y
se desarrolla el hará. Cuando el hará se hace más fuerte, uno se siente más relajado,
capaz y confiado. Las personas cuya respiración es más superficial, es decir,
que dejan el aire en la parte superior del pecho, son más nerviosas, emotivas,
inseguras e inciertas. Numerosos
estudios científicos demuestran que esto es una realidad.
Las
personas que respiran superficialmente no comprenden que el aire o aliento es
ki (Qi), y que el exceso de ki (Qi) estimula el centro de energía del corazón. Cuando
este centro de energía, llamado chacra del corazón en Oriente, es estimulado en
exceso, el cuerpo de la persona pierde el equilibrio, sus emociones se excitan
y descontrolan y aumenta la tensión nerviosa. Comprensiblemente, entonces, a la
persona le falta confianza en sí misma, sabiendo que sus energías no son
estables. (Para fortalecer su hará le recomiendo que haga cada día el ejercicio
que explico más adelante. De
inmediato sentirá que su hará se hace más potente y se sentirá más confiado y
seguro de sí mismo. )
La
respiración superficial eleva el centro de gravedad hacia el pecho, donde
entonces se excitan las energías. Efectivamente, cuando tenemos el centro
emocional inestable, cuesta muy poco hacernos perder el equilibrio o
trastornarnos. La propia palabra «trastornar» describe exactamente lo que
quiero decir.
Al
tomar conciencia de cómo respira uno y de cómo respiran los demás, comenzamos a
comprender la fuerza de nuestros harás y nuestras naturalezas psicológicas.
Cuando
tenemos fuerte el hará, nuestros actos tienen base y permanecemos equilibrados,
sea cual sea la confusión o el trastorno que haya a nuestro alrededor.
En
Occidente se han cultivado los centros de energía o chakras que están encima
del hará. Por ese motivo, cuando a los soldados occidentales se les ordena
ponerse firmes, han de sacar pecho y entrar el vientre.
La
energía sube desde el hará y entra en el pecho. El bajo abdomen se tensa y se retrae.
Esto impide que el aire o aliento llegue al centro del hará. Esa postura es
antinatural para los seres humanos. Es mucho más cómodo y estable dejar
descansar la energía en la parte baja del abdomen y que nuestros actos fluyan
desde este punto.
En
Japón, hasta los actos más sencillos están dirigidos desde el hará. Por
ejemplo, cuando cortamos madera, tiramos de la sierra hacia nosotros con un
movimiento hacia abajo, aprovechando el peso corporal para hacer pasar la sierra
a través de la madera. Esto nos permite usar una sierra de hoja muy delgada, ya
que no hay tensión hacia abajo en la hoja. Mientras corte, puede ser tan flexible
como una cinta. Una hoja delgada hace un corte delgado y permite que las
ensambladuras calcen muy bien; en Japón las piezas de las puertas y ventanas
quedan firmemente ensambladas sin usar clavos. En Occidente se corta la madera empujando
la sierra hacia abajo. El centro de actividad parte del hombro y sigue hacia
abajo por el brazo. En esa postura la madera ofrece la máxima resistencia a la
hoja de la sierra y al cuerpo. Por lo tanto, la hoja ha de ser gruesa y el
cuerpo debe trabajar el doble.
En
Japón, todo acto es más bien de tirar que de empujar. Si le interesa comprender
la cultura japonesa, las artes marciales, el shiatsu, el baile, la cocina,
cualquier cosa, debe entender este hecho.
El
arte marcial oriental del judo se basa en este mismo concepto. Se aprovecha la
energía que proviene del oponente para desarmarlo. En realidad, se permite que
el oponente avance, y entonces se dirige su energía lejos de uno. Esto se hace
tirando del oponente en la dirección que uno quiere que vaya. Esto se puede
hacer porque él ha iniciado el avance.
Para
negociar, el japonés no presiona a la otra persona. Lo que hace es estar en
constante retirada y, en el proceso, atrae hacia él a su adversario.
Tengo
la suerte de tener entre mis amigos a Henry Kissinger, el secretario de Estado
durante la administración Nixon. Al doctor Kissinger y a mí nos gusta mucho
hablar sobre las diferencias entre Oriente y Occidente.
Una
vez asistió a una fiesta en mi escuela de Nueva York como invitado de honor, y
dio una pequeña charla sobre la manera de negociar de los japoneses. Nos contó
una reunión que tuvo con dignatarios japoneses, en la cual él expuso una propuesta
de Estados Unidos. Los dirigentes japoneses iban diciendo «Sí, sí» después de
cada una de sus sugerencias, de modo que cuando terminó la reunión él pensó que
habían llegado a un acuerdo. Cuando volvió a Estados Unidos descubrió que los
japoneses habían estado en desacuerdo con todo lo que había dicho. Entonces
Kissinger protestó: «Pero si ustedes dijeron "sí" a cada una de mis
propuestas». Los japoneses replicaron: «Lo que queríamos decir era "Sí,
sí, lo hemos escuchado"». Al retirarse, los japoneses intentan atraer al
adversario hacia su posición.
Este
cultivo del hará por parte de los japoneses corresponde a su estatura. Yo soy
muy bajito, sólo mido 1, 53 m. En mis clases le pido a uno de mis alumnos más
altos que se ponga de pie a mi lado. El alumno suele medir 1, 80 o más, por lo
que formamos una pareja muy cómica. A veces le pido también a una alumna que se
ponga a mi lado, de modo que a la derecha hay un hombre muy alto y a la
izquierda una mujer muy alta, y en el medio un muy bajito Ohashi.
Entonces
sugiero que los tres nos sentemos en el suelo y estiremos las piernas. Sentados
somos notablemente similares en altura. Hay muy poca diferencia de nivel en la
altura de nuestras cabezas, aunque nuestras piernas son de largo muy diferente.
Nuestra
diferencia de altura no está en nuestros troncos sino en nuestras piernas. Sus
troncos van sobre zancos, suelo decirles. Eso significa que nuestros centros de
gravedad están a diferentes alturas, y que mi centro de gravedad es en realidad
el que está más abajo, porque mi tronco va sobre las piernas más cortas.
Comencemos a aprender la diagnosis del hará
de otra persona.
Lo
primero y más importante es tener la actitud correcta hacia la persona a la que
vamos a tratar. Lo que se intenta encontrar es su espíritu, su carácter.
Se
buscan las tendencias que hay en su naturaleza interior. Se va a palpar su
cuerpo energético, su espíritu. Una persona se siente muy vulnerable en el
hará. Todos intentamos proteger esa parte del cuerpo, porque sabemos por
intuición que es la fuente de nuestra vida. Por lo tanto, nadie desea que le
toquen esa parte, a no ser que sea una persona de confianza.
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Pídale
a su amigo o amiga que se eche en el suelo, de espaldas, de preferencia sobre un
futón. * (Colchón japonés que se desenrolla para extenderlo en el suelo y
usarlo como cama).
Siéntese
al lado y baje su hará hasta el suelo o lo más cercano a él posible.
Antes
de extender las manos para tocar a la persona, medite. Despeje su mente de todo
pensamiento y hágase receptivo a las apacibles vibraciones del Universo. Pídale
a su amigo o amiga que haga respiraciones largas y profundas y adapte el ritmo
de su respiración a la suya.
Ahora
deberá ser muy yin. Deje de lado todas las tendencias agresivas o yang.
Conviértase en una madre para esa persona. Mi profesor, el maestro Shizuto
Masunaga, solía decirnos que cuando se diagnostica y se da masaje al hará,
hemos de convertirnos en madres con mente de samurai. Eso quiere decir que siendo
principalmente suaves estamos al mismo tiempo centrados y alertas.
Deje
salir toda la tensión de sus hombros, brazos y manos. No tense los dedos ni
permita que ninguna energía nerviosa se infiltre en sus manos.
Procure
que éstas estén cálidas y suaves. Si las tiene frías, fróteselas hasta que la
circulación las caliente. Puede ponerlas en el grifo con agua caliente y
frotárselas con sal antes del tratamiento; eso las calentará y les dará un ki
fuerte y bueno. Relaje la cara. No ponga expresión severa sino una afable y
tranquilizadora. Cerciórese de que no hay ninguna corriente de aire en el
ambiente. La persona ha de estar lo más cómoda posible.
Pídale
que separe levemente las piernas y levántese las de modo que los pies queden
apoyados en el suelo y las rodillas flexionadas. Esto va a abrir o exponer el
hará; los músculos del vientre van a estar sueltos y flexibles. Si las piernas
están estiradas, cerradas o cruzadas, el hará también está cerrado. Cruzarse de
piernas cuando se está echado en el suelo es una medida protectora, pero ahora
es necesario que la persona se relaje y confíe en usted.
Ahora
coloque las manos sobre el abdomen y explore la zona comprendida entre la caja
torácica y el hueso púbico. Va a palpar diversos grados de tensión y
relajación. Va a explorar las zonas concretas que se muestran en la ilustración
para diagnosticar el estado de estos órganos.
Siempre
use las dos manos sobre el abdomen, nunca una sola. Úselas de manera coordinada
de modo que mientras una explora la otra tranquiliza.
Una
mano es yang: explora suavemente la zona, descubriendo sus resistencias y
debilidades. La otra mano relaja, suaviza las energías y da seguridad a la
persona sobre sus intenciones curativas. Eso es justamente lo que debe hacer su
masaje: curar restableciendo el equilibrio del cuerpo; mueve el ki (Qi), llevándolo
hacia los lugares donde falta y quitándolo de los lugares donde es excesivo.
Como
dije anteriormente, el hará es a la vez una zona general del abdomen y un punto
concreto bajo el ombligo. La zona general del hará revela el estado de los
órganos concretos del abdomen. No siempre se va a palpar el órgano mismo sino
los lugares donde se acumula la energía de los órganos. Estos son puntos de
acupuntura en los meridianos de la energía; revelan el estado de los órganos.
Comencemos
por el lado derecho del cuerpo, en el lugar directamente bajo la caja torácica.
Desde este punto avanzaremos hacia arriba, es decir, desde debajo de la caja
torácica hasta el plexo solar, y de allí hacia abajo por el borde de la caja
torácica hacia el lado izquierdo del cuerpo.
Después
vamos a explorar la zona media del estómago y las zonas más bajas: la del lado
izquierdo, el derecho y el centro del abdomen, justo por encima del hueso
púbico.
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C corazón - MC miocardio - B bazo - R riñón - V vejiga - E estomago - TR triple calentador - P pulmón - IG intestino grueso - H hígado - ID intestino delgado - VB vesícula biliar
La
zona del lado derecho del cuerpo bajo el costado de la caja torácica (más o
menos en la posición de las 9. 00 en el reloj de la zona del abdomen) revela el
estado del pulmón derecho. Si está tenso o apretado, como un puño cerrado,
decimos que está jitsu. Eso significa que hay tensión en el pulmón y que ese órgano necesita
relajarse y calmarse. Tal vez hay congestión o ki (Qi) bloqueado. Si la zona se
siente fláccida o le falta vitalidad, decimos que está kyo. Hemos de tonificar y fortalecer los órganos
que están kyo
A
continuación se sube hasta las 10. 00 en el reloj del abdomen y se palpa el
hígado. Nuevamente se explora el órgano para ver si está jitsu o kyo. A las 11.
00 en el reloj está la vesícula biliar. Tome las mismas notas mentales. A las
12. 00, en el plexo solar, está la zona del corazón. Suavemente palpe la zona y
advierta la energía.
A
la izquierda del punto del corazón se halla el punto del estómago; y a la
izquierda de este punto está el del triple calentador. Triple calentador es el
nombre que se le da a tres centros de energía o chakras del abdomen: el
corazón, el estómago y el hará. Directamente bajo el punto del corazón hay otro
punto del corazón, llamado gobernador del corazón, que es un meridiano que
nutre el corazón. Directamente bajo el ombligo está el punto del bazo, y más
abajo, el punto de los riñones.
A
las 8. 00 en el reloj del abdomen está el intestino grueso. A las 7. 00 está la
zona del intestino delgado. A las 6. 00 está la vejiga. A las 5. 00, el intestino
delgado, y a las 4. 00 el intestino grueso.
A
medida que vaya palpando cada uno de estos puntos, ponga toda su energía en la
exploración. Mueva su cuerpo por encima del de la persona para explorar en
profundidad, con suavidad y cuidado.
Vaya
mirando la cara de su amigo o amiga para comprobar si le duele cuando le palpa
algo. Mientras le aplica las manos, hágale
preguntas relativas a la información que
usted está recibiendo del masaje. «¿Hay algún problema digestivo?», puede
preguntarle, si la zona del intestino grueso o del intestino delgado parece
desequilibrada.
Cuando
haya hecho la evaluación, puede continuar dando un masaje suave, redirigiendo
las energías según convenga y dándole recomendaciones dietéticas o de estilo de
vida cuando acabe.
Si
el hará está débil, recomiende el siguiente ejercicio:
Para
cultivar la estabilidad, equilibrio y seguridad, debería practicar diariamente
ejercicios de respiración profunda y meditación.
*
Visualice su hará como un punto de luz situado bajo el ombligo.
*
Inspire profundamente hacia el hará al mismo tiempo que visualiza cómo el punto
de luz se hace más potente y vivo con cada inspiración. Vea cómo la energía del
hará se expande en todas direcciones y llena todo su cuerpo con energía,
vitalidad y vida.
*
Continúe respirando y llevando ki a su centro vital. Con cada inspiración,
visualice su hará que se nutre y enriquece, de modo que el centro vital se va
haciendo más potente con cada inspiración.
*
Acabe el ejercicio haciendo una larga inspiración hacia el hará y reteniendo
allí el aliento durante 5 segundos. Espire y relájese.
*
Vuelva a inspirar y a retener el aliento en el hará durante 5 segundos. Espire
y relájese.
Haga
esto unos cuantos minutos. Es un maravilloso ejercicio de conexión y
estabilización.
EL HARA DE LOS GUÍAS ESPIRITUALES
En el arte Oriental y Occidental siempre se representa a los grandes maestros espirituales como Jesús, Buda o Lao-tse, con Haras maravillosamente desarrolladas. Se los representa con el bajo abdomen redondeado, lleno y fuerte. Esto sugiere personas muy desarrolladas, capaces de grandes obras, esencialmente por que sus centros están anclados en las energías universales (Dios, Tao o El Gran Espíritu).
Referente: Wataru Ohashi - Como Leer el Cuerpo - manual de diagnosis oriental- Ed. Urano.
JUAN CARLOS OROZCO
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